18/6/08

¿Negra y lesbiana? ¡Qué Dios te pille confesada!

He vivido en muchos países, el trabajo de mi padre nos obligaba a desplazarnos continuamente. Si algún guionista tomara este aspecto de mi vida para hacer una película seguramente yo sería una adolescente (interpretada por una actriz de treinta) antisocial, sin amigos, con principios de autismo. Posiblemente habría tenido una fase gótica, otra punk y otra skater hasta llegar a ser la preciosa pero tímida y cohibida rubia adolescente que protagoniza la película. Sin embargo, un nerd y una alternativa (que llevan una relación de amor odio) me apoyarían y, al final, el capitán del equipo de _______________ [insértese aquí nombre de deporte cool de instituto] me invitaría al baile y el nerd y la alternativa acabarían juntos.

Afortunadamente, mis Moiras particulares no ejercen de guionistas en sus ratos libres. A mi me encantaba eso de viajar y trasladarme de un lugar a otro; además me ha ayudado a tener amigos en los lugares más dispares, amigos que ahora tienen casas, casas a las que yo me autoinvito.

En el año 2000 vivimos un tiempo en Santa Mónica, el Benidorm estadounidense; con la leve diferencia de que en la playa de Santa Mónica tienen corriendo a Pamela Anderson enfundada en su bikini rojo y en Benidorm las que pasean por la playa son nuestras abuelas con las tetas rojas por el ombligo.
Mi padre me sorprendió aquel año llevándonos a Las Vegas por mi cumpleaños.
No me gustó *, demasiados gordos paletos con demasiado dinero y poco cerebro por metro cuadrado... Y, por supuesto, demasiadas luces (si eres epiléptico no vayas o morirás, sin más, morirás al poner el primer pie en Las Vegas).
Entramos al Club Blue Note y, esa noche, la maravillosa Rachelle Ferrell subió al escenario a una chica negra que me dejó hipnotizada con su voz.
La noche siguiente volvimos a coincidir con esta chica en un casino. Ella llevaba una peluca horrible que pretendía emular al pelazo de Tina Turner. Me dejó prendada de nuevo, tanto como dama del jazz la noche anterior, como de rockera aquella noche.
Esta chica es Concha Buika, una tía, cuanto menos, especial a la cual tendré la suerte de volver a ver este mes en el Arts Festival of North Norway.


* En el año 2000 era una niña pura e inocente que no conocía de la existencia del The Pussycat Dolls Lounge. En un viaje con unas amigas a California, pasamos dos noches en Las Vegas, entramos al club y, todo lo que allí sucedió, influyó muy positivamente en mi nueva visión sobre Las Vegas.